viernes, 1 de septiembre de 2017

La Iruela, Escenario de Leyendas Medievales

¡Saludos, amigas y amigos!

Ahora que el verano avanza hasta su fin, me gustaría compartir con vosotros una reflexión.
Tenemos ya mediado este 2017, quedan 4 meses tan solo para la Navidad, esa época del año en que prima la solidaridad, la generosidad y el compartir con los demás...

¿Y el resto del año?

En verano también tenemos que ser más que nunca solidarios, con los animales que sufren estos calores sin poder disfrutar de los aires acondicionados y que sufren demasiadas veces la sed. No nos cuesta nada poner pequeños recipientes en puertas y ventanas para que beban.

Con las personas también, con aquellas que se ven obligadas a trabajar con altas temperaturas o a vivir en la calle con este calor...Y con aquellos que disfrutan estas vacaciones también podemos ser solidarios. Siempre vigilantes con esos niños que muchas veces se despistan en piscinas o playas corriendo un peligro del que no son conscientes o con esos que en alguna ocasión se desorientan en las abarrotadas playas pasando pequeños apuros al no encontrar a sus familiares.
Entre todos, podremos ser mejores.


Dicho esto, hoy me gustaría invitaros a descubrir uno de tantos castillos como tenemos en nuestro Paraíso Codiciado, como yo llamo a Jaén.

Es sorprendente cómo mucha gente aún no sabe que esta tierra maravillosa es uno de los lugares del mundo con mayor número de castillos por kilómetro, al tiempo que desconocen gran parte de esos vestigios de un pasado épico en el que Jaén fue protagonista.


Hoy vamos a descubrir uno de ellos, hoy visitamos el Castillo de La Iruela.

La Iruela es uno de los pueblos más bonitos y famosos de la provincia. Son muchas las publicaciones, pósters, revistas y panfletos turísticos que aparecen presididos por este hermoso lugar.


 

Se encuentra a tiro de piedra de Cazorla y es que estas dos localidades están separadas por poco más de un kilómetro.


 

La visita comienza a los pies del gran espinazo rocoso que corona el castillo y que origina el singular entramado de calles tortuosas, estrechas y empinadas de la localidad.
Entre ellas, abundan las fuentes generosas que refrescan el ambiente y llenan de vida todos sus alrededores. En torno a ellas, casi siempre se arremolinan los vecinos, amables y gentiles, siempre dispuestos a la conversación o a ayudar al visitante en cualquier momento.

 

Gatos, perros y pajarillos descansan tranquilamente tomando el sol o el fresco, dependiendo de la época del año, disfrutando de la tranquilidad que aquí se respira, vigilados siempre por el vuelo de águilas que viven en los montes cercanos.

Conforme vamos recorriendo el pueblo, vamos ganando altura hasta que nos adentramos en el Castillo de la Iruela.


Nada más cruzar las puertas del castillo, nos damos cuenta de que estamos en un lugar inexpugnable por la mayoría de las laderas que lo rodean, donde el cerro se vuelve abrupto y vertical.

 

Mientras nos adentramos en el castillo rodeado de antiguas murallas que formaron un alcazarejo de acceso extraordinariamente difícil, vamos descubriendo panorámicas del pueblo que nos rodea.



En el centro del castillo, nos espera su torre del homenaje, a la que solo se puede acceder subiendo por una moderna plataforma de muchos escalones que nos hace ascender vertiginosamente.

 


La Eruela, como se llamaba en el medievo, fue una pequeña alquería árabe que fue creciendo a partir del siglo XI como refugio para tiempos de guerra. Fue conquistada en 1231 por el arzobispo de Toledo. Unos años más tarde, el infante Sancho de Castilla, hijo de Fernando III, quedó tan enamorado del lugar por la integración de arquitectura militar en el paisaje serrano, que estructuró el adelantamiento de Toledo, situando su capital en Cazorla y convirtiendo a la Iruela en su aldea, lo que generó muchos problemas entre las dos poblaciones que terminaron luchando entre sí, en la guerra civil entre los reyes Pedro I y Enrique II.



La Iruela se posicionó a favor de este último y con su victoria, consiguió de nuevo la autonomía en 1370, aunque las tiranteces siguieron entre estos pueblos (y eso que apenas les separa un kilómetro) hasta la independencia definitiva que llegó en 1378.


La torre del homenaje que corona el lugar se asemeja a una continuidad de la roca y constituye un pequeño alcázar cristiano, con pequeñas estancias abovedadas que nos llevan hasta la terraza, la cual ofrece unas vistas increíbles a decenas de kilómetros a la redonda.



Las sierras próximas, la comarca de la Loma y un sinfín de pueblos se pueden contemplar desde aquí, junto a unas vistas de pájaro de toda La Iruela.

 






El recinto bajo, donde se mantienen murallas de tapial, fue completamente modificado en tiempos de Carlos V. Además, el gran Francisco de los Cobos ordenó la construcción en el castillo de la Iglesia de Santo Domingo; una creación de los discípulos de Andrés de Vandelvira, hoy lamentablemente en ruinas.



 

Años más tarde, el castillo también fue reutilizado como cementerio, en el que aún quedan algunas tumbas, y como teatro, que aún hoy congrega funciones en un marco natural e histórico sin igual.



Estamos visitando un lugar que fue declarado Monumento Histórico Artístico en 1985.





Existe la creencia de que este lugar fue un castillo templario, aunque la misma está basada en la fábula o en novelas contemporáneas que también hablan de que en este lugar, se dio cita una especie de secta o logía masónica pseudotemplaria y de ahí la leyenda, aunque bien pensado, en este mágico lugar bien podría darse cualquier circunstancia, puesto que su historia, la naturaleza y la espectacularidad de sus vistas dejan volar la imaginación y nos hacen fundirnos con estas piedras centenarias.


La Iruela guarda un exquisito patrimonio monumental, natural y paisajistico que enamora a cuantos se acercan a ella y con esta fugaz visita de hoy, tan solo hemos conseguido escarvar minimamente en su belleza. 

Proximamente continuaremos!

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